Cuando
la tía Susana contaba la historia yo era adolescente, el relato solía ser un
clásico cada vez que nos juntábamos en casa del abuelo a celebrar su
cumpleaños.
En
todo caso la historia pertenecía a la legendaria tía abuela Melanea quien era
la más hermosa de las hermanas del abuelo Pancho, el que huyó del campo a los
12 años, el que no quería trabajar la tierra, el mismo que juntaba a la familia
cuando solía estar de cumpleaños.
El
pueblito se llamaba Los Rulos y estaba cercano a Curacaví, quizás todavía
existe pero este hombre ya de cuarenta años lo desconoce.
La
fiesta debió haber sido importante porque en ella se juntaba todo el clan de la
familia y solo esta bordeaba el centenar de personas, también habían muchos
invitados ilustres del pueblo, el marco temporal debió situarse en los años 40
ya que el tata Pancho se estaba transformando en adolescente. Dicen que las
tierras del patrón del bisabuelo eran extensas, un verdadero “fundo” decía la
abuela siempre en su afán de maximizar las cosas.
La
tía Melanea siempre fue la mas bella de la familia, en aquel entonces era la
mayor y destacaba con firmeza no solo de sus hermanas y primas, sino que
incluso se podía afirmar que era la más bella del pueblo, cuando no era por la
pobreza de sus vestidos la solían confundir como una de las hermosas hijas del patrón.
La tía Melanea siempre era cortejada por los jóvenes del lugar y cuando existían
estas ocasiones festivas era la que se llevaba todas las miradas.
En
Los Rulos todo el mundo se conocía, Melanea sabia con certeza quienes eran sus
pretendientes ya que solía casi por deporte negarles la grata oportunidad de
compartir con ella, además, pasar la aprobación de los bisabuelos debió haber
sido toda una hazaña.
El
nuevo joven que llegó al pueblo era todo un misterio ya que no se le conocía
trabajo, de seguro se mantenía con alguna herencia dejada por un rico familiar.
Era un huaso fiero, de tez muy blanca, cabello oscuro, buen porte y fuerte
presencia. Lo más llamativo de su estética era que solía vestir de negro,
portaba un pícaro bigote, su sombrero era de finas terminaciones y portaba unas
espuelas de plata. La tía Susana cuando adaptaba la historia decía que si
hubiese tenido un antifaz de seguro hubiese parecido “El Zorro” interpretado
por un galán mexicano o español. Era el “Diauloooo” como solía recordar la tía
Melania estando ya muy vieja.
Este
enigmático huaso a todas luces quería impresionar a la tía Melanea y a sus
hermanas y lo estaba logrando muy bien al llegar a la fiesta en un furioso
caballo negro, fino semental quizás extraído desde un lejano país árabe. El
“Diablo” estaba “dateado”, pues sabia con precisión donde encontrar a mi tía y
cual era la parafernalia exacta para poder captar su atención.
Su
llegada fue cinematográfica hasta el momento de hacerse camino entre los invitados
para llegar a presentarse donde Melanea y besar galantemente la mano derecha de
su cortejada. Melanea no estaba sola, ella y su grupo tuvieron la impresión que
el tiempo se detenía cuando llego el majestuoso huaso a presentar sus saludos,
pareciese que todas hubiesen sido hechizadas y enamoradas por el carisma y
presencia de tal apuesto galán.
La
tragedia sobrevino cuando el gallardo caballero puso su rodilla derecha sobre
el piso para besar como un príncipe la mano de Melanea, al flexionar su cuerpo
hacia delante se escucho un sonoro, largo y desdichado peo.
La
tía Melanea rió a llorar, a ella ningún hombre le podía pedir compostura. El
“Diablo” todo compungido desapareció de la fiesta como por arte de magia.
La
fiesta continúo todo el día hasta entrada la noche. En todo momento no se habló
nada que no fuera el desafortunado evento que afecto al misterioso huaso. Si
aun tenía una oportunidad con la tía Melanea solamente podía ser decidido por
un golpe de suerte y el tiempo. Mucho tiempo.
Cuando
el cotejo expiró las principales damas de la fiesta fueron devueltas a sus
respectivos hogares por el único camión que existía en el pueblo que era de Don
José Linares el hombre mas acaudalado de Los Rulos.
La
tía Susana terminaba su relato siempre con el suceso que marcaba la apoteosis de
tan particular evento. Contaba que la camioneta cargada de señoritas justo a
mitad de camino se cruzó con un caballo negro lo que casi la hace dar vuelta
provocando el accidente de todos los que transportaba, a metros del suceso
siendo sorprendido por las altas luces del vehiculo se encontraba el “Diablo”
de la fiesta en medio de las hierbas y las moras, en cuclillas, con los
pantalones abajo, mostrando sus vergüenzas mientras evacuaba sus pestilencias.
El hecho fue la noticia del pueblo que duro más de una década.
Del
huaso galán nunca más se supo en los Rulos, lo que si sabemos es que los
sucesos de ese día motivaron aun más a que mi tía Melanea muriera “solterona”
ya entrado los noventa años.